INTRODUCCIÓN -- ¿ QUE ES EL SOCIALISMO CIENTÍFICO? ¿QUE ES EL MARXISMO?

Posted by SOCIALISMO REVOLUCIONARIO On martes, 20 de mayo de 2008 0 comentarios


En estos extractos, Marx, Engels, Lenin y Trotsky explican algunas de las ideas básicas, de los métodos y de la filosofía del marxismo. Nosotros aplicamos estas ideas y métodos para el análisis marxista contemporáneo de los acontecimientos mundiales.

Marx y Engels llamaron a las ideas explicadas en estos extractos “comunismo” o “socialismo científico”.

Nosotros usamos la palabra “socialismo” más que “comunismo”, aunque significa el mismo acercamiento científico a la cambiante sociedad del día de hoy. Además de los extractos abajo publicados, recomendamos el estudio del Manifiesto comunista de Marx con una nueva introducción. También recomendamos En defensa de Octubre y Estalinismo y Bolchevismo de Trotsky; y El Estado y la Revolución de Lenin.


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1.- EL SERVICIO HISTÓRICO DE MARX Y ENGELS

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Estamos inaugurando el primer monumento a los líderes de la revolución de los trabajadores del mundo, a Marx y Engels

Discurso de Lenin inaugurando el monumento a Marx y Engels el 7 de Noviembre de 1918, en el primer aniversario de la Revolución Rusa.

“La humanidad sufrió y languideció por años bajo la opresión de un puñado de explotadores que torturaron a millones de trabajadores. Pero mientras los explotadores de épocas anteriores, los terratenientes, robaron y presionaron a campesinos y siervos desunidos e ignorantes, los actuales explotadores están viendo ante si a la vanguardia de las masas: los trabajadores industriales de las ciudades. La fábrica los unió, la vida en la ciudad los iluminó, así como la lucha en común en huelgas junto a la acción revolucionaria los hicieron más duros.


El gran servicio histórico mundial de Marx y Engels reside en el hecho de que probaron, a través del análisis científico, la inevitable caída del capitalismo y su transición al comunismo, donde no existirá nunca más la explotación del hombre por el hombre.


El gran servicio histórico mundial de Marx y Engels reside en esto, indicaron a los proletarios del mundo su rol, su tarea, su llamado: ser los primeros en levantarse en la lucha revolucionaria contra el capital y unir en ella a todos los trabajadores y explotados.


Estamos viviendo en un tiempo feliz, cuando la previsión de estos grandes socialistas se hace realidad. Estamos viendo el amanecer de la revolución socialista internacional en un gran número de países. Los innombrables horrores de la carnicería imperialista están provocando el heroico levantamiento de las masas oprimidas y aumentando diez veces sus fuerzas en la lucha por su emancipación.


El monumento a Marx y Engels recuerda a los millones de trabajadores y campesinos que no están solos en la lucha. Los trabajadores de los países más avanzados se están levantando junto a nosotros. Duras batallas vendrán para ellos y nosotros. ¡El yugo del capital será destruido en la lucha común y el socialismo finalmente triunfará!"


2.- TRES FUENTES Y TRES PARTES INTEGRANTES DEL MARXISMO

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Lenin, Marzo 1913.

La doctrina de Marx suscita en todo el mundo civilizado la mayor hostilidad y el odio de toda la ciencia burguesa (tanto la oficial como la liberal), que ve en el marxismo algo así como una "secta perniciosa". Y no puede esperarse otra actitud, pues en una sociedad que tiene como base la lucha de clases no puede existir una ciencia social "imparcial".

De uno u otro modo, toda la ciencia oficial y liberal defiende la esclavitud asalariada, mientras que el marxismo ha declarado una guerra implacable a esa esclavitud. Esperar que la ciencia sea imparcial en una sociedad de esclavitud asalariada, sería la misma absurda ingenuidad que esperar imparcialidad por parte de los fabricantes en lo que se refiere al problema de si deben aumentarse los salarios de los obreros disminuyendo los beneficios del capital.

Pero hay más. La historia de la filosofía y la historia de la ciencia social muestran con diáfana claridad que en el marxismo nada hay que se parezca al "sectarismo", en el sentido de que sea una doctrina fanática, petrificada, surgida al margen de la vía principal que ha seguido el desarrollo de la civilización mundial. Por el contrario, lo genial en Marx es, precisamente, que dio respuesta a los problemas que el pensamiento de avanzada de la humanidad había planteado ya. Su doctrina surgió como la continuación directa e inmediata de las doctrinas de los más grandes representantes de la filosofía, la economía política y el socialismo.

La doctrina de Marx es omnipotente porque es verdadera. Es completa y armónica, y brinda a los hombres una concepción integral del mundo, intransigente con toda superstición, con toda reacción y con toda defensa de la opresión burguesa. El marxismo es el heredero legítimo de lo mejor que la humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés.

Nos detendremos brevemente en estas tres fuentes del marxismo, que constituyen, a la vez, sus partes integrantes.

I

La filosofía del marxismo es el materialismo. A lo largo de toda la historia moderna de Europa, y en especial en Francia a fines del siglo XVIII, donde se desarrolló la batalla decisiva contra toda la escoria medieval, contra el feudalismo en las instituciones y en las ideas, el materialismo se mostró como la única filosofía consecuente, fiel a todo lo que enseñan las ciencias naturales, hostil a la superstición, a la mojigata hipocresía, etc. Por eso, los enemigos de la democracia empeñaron todos sus esfuerzos para tratar de "refutar", minar, difamar el materialismo y salieron en defensa de las diversas formas del idealismo filosófico, que se reduce siempre, de una u otra forma, a la defensa o al apoyo de la religión.

Marx y Engels defendieron del modo más enérgico el materialismo filosófico y explicaron reiteradas veces el profundo error que significaba toda desviación de esa base. En las obras de Engels Ludwig Feuerbach y Anti- Dühring, que -- al igual que el Manifiesto Comunista -- son los libros de cabecera de todo obrero con conciencia de clase, es donde aparecen expuestas con mayor claridad y detalle sus opiniones.

Pero Marx no se detuvo en el materialismo del siglo XVIII, sino que desarrolló la filosofía llevándola a un nivel superior. La enriqueció con los logros de la filosofía clásica alemana, en especial con el sistema de Hegel, el que, a su vez, había conducido al materialismo de Feuerbach. El principal de estos logros es la dialéctica, es decir, la doctrina del desarrollo en su forma más completa, profunda y libre de unilateralidad, la doctrina acerca de lo relativo del conocimiento humano, que nos da un reflejo de la materia en perpetuo desarrollo. Los novísimos descubrimientos de las ciencias naturales -- el radio, los electrones, la trasformación de los elementos -- son una admirable confirmación del materialismo dialéctico de Marx, quiéranlo o no las doctrinas de los filósofos burgueses, y sus "nuevos" retornos al viejo y decadente idealismo.

Marx profundizó y desarrolló totalmente el materialismo filosófico, e hizo extensivo el conocimiento de la naturaleza al conocimiento de la sociedad humana. El materialismo histórico de Marx es una enorme conquista del pensamiento científico. Al caos y la arbitrariedad que imperan hasta entonces en los puntos de vista sobre historia y política, sucedió una teoría científica asombrosamente completa y armónica, que muestra cómo, en virtud del desarrollo de las fuerzas productivas, de un sistema de vida social surge otro más elevado; cómo del feudalismo, por ejemplo, nace el capitalismo.

Así como el conocimiento del hombre refleja la naturaleza (es decir, la materia en desarrollo), que existe independientemente de él, así el conocimiento social del hombre (es decir, las diversas concepciones y doctrinas filosóficas, religiosas, políticas, etc.), refleja el régimen económico de la sociedad. Las instituciones políticas son la superestructura que se alza sobre la base económica. Así vemos, por ejemplo, que las diversas formas políticas de los Estados europeos modernos sirven para reforzar la dominación de la burguesía sobre el proletariado.

La filosofía de Marx es un materialismo filosófico acabado, que ha proporcionado a la humanidad, y sobre todo a la clase obrera, la poderosa arma del saber.

II

Después de haber comprendido que el régimen económico es la base sobre la cual se erige la superestructura política, Marx se entregó sobre todo al estudio atento de ese sistema económico. La obra principal de Marx, El Capital, está con sagrada al estudio del régimen económico de la sociedad moderna, es decir, la capitalista.

La economía política clásica anterior a Marx surgió en Inglaterra, el país capitalista más desarrollado. Adam Smith y David Ricardo, en sus investigaciones del régimen económico, sentaron las bases de la teoría del valor por el trabajo Marx prosiguió su obra; demostró estrictamente esa teoría y la desarrolló consecuentemente; mostró que el valor de toda mercancía está determinado por la cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario invertido en su producción.

Allí donde los economistas burgueses veían relaciones entre objetos (cambio de una mercancía por otra), Marx descubrió relaciones entre personas. El cambio de mercancías expresa el vínculo establecido a través del mercado entre los productores aislados. El dinero, al unir indisolublemente en un todo único la vida económica íntegra de los productores aislados, significa que este vínculo se hace cada vez más estrecho. El capital significa un desarrollo ulterior de este vínculo: la fuerza de trabajo del hombre se trasforma en mercancía. El obrero asalariado vende su fuerza de trabajo al propietario de la tierra, de las fábricas, de los instrumentos de trabajo. El obrero emplea una parte de la jornada de trabajo en cubrir el costo de su sustento y el de su familia (salario); durante la otra parte de la jornada trabaja gratis, creando para el capitalista la plusvalía, fuente de las ganancias, fuente de la riqueza de la clase capitalista.

La teoría de la plusvalía es la piedra angular de la teoría económica de Marx.

El capital, creado por el trabajo del obrero, oprime al obrero, arruina a los pequeños propietarios y crea un ejército de desocupados. En la industria, el triunfo de la gran producción se advierte en seguida, pero también en la agricultura se observa ese mismo fenómeno, donde la superioridad de la gran agricultura capitalista es acrecentada, aumenta el empleo de maquinaria, y la economía campesina, atrapada por el capital monetario, languidece y se arruina bajo el peso de su técnica atrasada. En la agricultura la decadencia de la pequeña producción asume otras formas, pero es un hecho indiscutible.

Al azotar la pequeña producción, el capital lleva al aumento de la productividad del trabajo y a la creación de una situación de monopolio para los consorcios de los grandes capitalistas. La misma producción va adquiriendo cada vez más un carácter social -- cientos de miles y millones de obreros ligados entre sí en un organismo económico sistemático --, mientras que un puñado de capitalistas se apropia del producto de este trabajo colectivo. Se intensifican la anarquía de la producción, las crisis, la carrera desesperada en busca de mercados, y se vuelve más insegura la vida de las masas de la población.

Al aumentar la dependencia de los obreros hacia el capital, el sistema capitalista crea la gran fuerza del trabajo conjunto.

Marx sigue el desarrollo del capitalismo desde los primeros gérmenes de la economía mercantil, desde el simple trueque, hasta sus formas más elevadas, hasta la gran producción.

Y la experiencia de todos los países capitalistas, viejos y nuevos, demuestra claramente, año tras año, a un número cada vez mayor de obreros, la veracidad de esta doctrina de Marx.

El capitalismo ha triunfado en el mundo entero, pero este triunfo no es más que el preludio del triunfo del trabajo sobre el capital.

III

Cuando fue derrocado el feudalismo y surgió en el mundo la "libre" sociedad capitalista, en seguida se puso de manifiesto que esa libertad representaba un nuevo sistema de opresión y explotación del pueblo trabajador. Como reflejo de esa opresión y como protesta contra ella, aparecieron inmediatamente diversas doctrinas socialistas. Sin embargo, el socialismo primitivo era un socialismo utópico. Criticaba la sociedad capitalista, la condenaba, la maldecía, soñaba con su destrucción, imaginaba un régimen superior, y se esforzaba por hacer que los ricos se convencieran de la inmoralidad de la explotación.

Pero el socialismo utópico no podía indicar una solución real. No podía explicar la verdadera naturaleza de la esclavitud asalariada bajo el capitalismo, no podía descubrir las leyes del desarrollo capitalista, ni señalar qué fuerza social está en condiciones de convertirse en creadora de una nueva sociedad.

Entretanto, las tormentosas revoluciones que en toda Europa, y especialmente en Francia, acompañaron la caída del feudalismo, de la servidumbre, revelaban en forma cada vez más palpable que la base de todo desarrollo y su fuerza motriz era la lucha de clases.

Ni una sola victoria de la libertad política sobre la clase feudal se logró sin una desesperada resistencia. Ni un solo país capitalista se formó sobre una base más o menos libre o democrática, sin una lucha a muerte entre las diversas clases de la sociedad capitalista.

El genio de Marx consiste en haber sido el primero en deducir de ello la conclusión que enseña la historia del mundo y en aplicar consecuentemente esas lecciones. La conclusión a que llegó es la doctrina de la lucha de clases.

Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase. Los que abogan por reformas y mejoras se verán siempre burlados por los defensores de lo viejo mientras no comprendan que toda institución vieja, por bárbara y podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de determinadas clases dominantes. Y para vencer la resistencia de esas clases, sólo hay un medio: encontrar en la misma sociedad que nos rodea, las fuerzas que pueden -- y, por su situación social, deben -- constituir la fuerza capaz de barrer lo viejo y crear lo nuevo, y educar y organizar a esas fuerzas para la lucha.

Sólo el materialismo filosófico de Marx señaló al proletariado la salida de la esclavitud espiritual en que se han consumido hasta hoy todas las clases oprimidas. Sólo la teoría económica de Marx explicó la situación real del proletariado en el régimen general del capitalismo.

En el mundo entero, desde Norteamérica hasta el Japón y desde Suecia hasta el África del Sur, se multiplican organizaciones independientes del proletariado. Este se instruye y educa al librar su lucha de clase, se despoja de los prejuicios de la sociedad burguesa, está adquiriendo una cohesión cada vez mayor y aprendiendo a medir el alcance de sus éxitos, templa sus fuerzas y crece irresistiblemente.


3.- LA VISIÓN MARXISTA DEL DESARROLLO DE LA SOCIEDAD HUMANA

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Carlos Marx: Extracto del prefacio a Una Contribución a la Crítica de la Economía Política, 1859.

&Nota: el énfasis en el texto es señalado por nosotros.

“en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.


El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general.


No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.

Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí.


De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en un a palabra las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción.


Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización”.


4.- LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA

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Federico Engels: de una carta a Joseph Block

Londres, 21 de Septiembre de 1890.

&Nota: el énfasis en el texto es señalado por nosotros.

“según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto.

Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda.

La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta --las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las Constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en un sistema de dogmas-- ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma.

Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores, en el que, a través de toda la muchedumbre infinita de casualidades (es decir, de cosas y acaecimientos cuya trabazón interna es tan remota o tan difícil de probar, que podemos considerarla como inexistente, no hacer caso de ella), acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico. De otro modo, aplicar la teoría a una época histórica cualquiera sería más fácil que resolver una simple ecuación de primer grado.

Somos nosotros mismos quienes hacemos nuestra historia, pero la hacemos, en primer lugar con arreglo a premisas y condiciones muy concretas. Entre ellas, son las económicas las que deciden en última instancia. Pero también desempeñan su papel, las condiciones políticas, y hasta la tradición, que merodea como un duende en las cabezas de los hombres, aunque no sea decisivo…

…En segundo lugar, la historia se hace de tal modo, que el resultado final siempre deriva de los conflictos entre muchas voluntades individuales, cada una de las cuales, a su vez, es lo que es por efecto de una multitud de condiciones especiales de vida; son, pues, innumerables fuerzas que se entrecruzan las unas con las otras, un grupo infinito de paralelogramos de fuerzas, de las que surge una resultante --el acontecimiento histórico--, que a su vez, puede considerarse producto de una fuerza única, que, como un todo, actúa sin conciencia y sin voluntad.

Pues lo que uno quiere tropieza con la resistencia que le opone otro, y lo que resulta de todo ello es algo que nadie ha querido. De este modo, hasta aquí toda la historia ha discurrido a modo de un proceso natural y sometida también, sustancialmente, a las mismas leyes dinámicas. Pero del hecho de que las distintas voluntades individuales --cada una de las cuales apetece aquello a que le impulsa su constitución física y una serie de circunstancias externas, que son, en última instancia, circunstancias económicas (o las suyas propias personales o las generales de la sociedad)-- no alcancen lo que desean, sino que se fundan todas en una media total, en una resultante común, no debe inferirse que estas voluntades sean igual a cero. Por el contrario, todas contribuyen a la resultante y se hallan, por tanto, incluidas en ella.

Además, me permito rogarle que estudie usted esta teoría en las fuentes originales y no en obras de segunda mano; es, verdaderamente, mucho más fácil. Marx apenas ha escrito nada en que esta teoría no desempeñe su papel. Especialmente, "El 18 Brumario de Luis Bonaparte” es un magnífico ejemplo de aplicación de ella. También en El Capital se encuentran muchas referencias. En segundo término, me permito remitirle también a mis obras La Revolución de la ciencia por el señor E. Dühring y Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, en las que se contiene, a mi modo de ver, la exposición más detallada que existe del materialismo histórico.

El que los discípulos hagan a veces más hincapié del debido en el aspecto económico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo. Frente a los adversarios, teníamos que subrayar este principio cardinal que se negaba, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio y ocasión para dar la debida importancia a los demás factores que intervienen en el juego de las acciones y reacciones.

Pero, tan pronto como se trataba de exponer una época histórica y, por tanto, de aplicar prácticamente el principio, cambiaba la cosa, y ya no había posibilidad de error. Desgraciadamente, ocurre con harta frecuencia que se cree haber entendido totalmente y que se puede manejar sin más una nueva teoría por el mero hecho de haberse asimilado, y no siempre exactamente, sus tesis fundamentales. De este reproche no se hallan exentos muchos de los nuevos «marxistas» y así se explican muchas de las cosas peregrinas que han aportado....


5.- LA “DIVISIÓN DEL TRABAJO”

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Federico Engels: De una Carta a Conrad Schmidt.

Londres, Octubre 27 de 1890

Como mejor se comprende la cosa es desde el punto de vista de la división del trabajo. La sociedad crea ciertas funciones comunes, de las que no puede prescindir. Las personas nombradas para ellas forman una nueva rama de la división del trabajo dentro de la sociedad. De este modo, asumen también intereses especiales, opuestos a los de sus mandantes, se independizan frente a ellos y ya tenemos ahí el Estado.

Luego, ocurre algo parecido a lo que ocurre con el comercio de mercancías, y más tarde con el comercio de dinero: la nueva potencia independiente tiene que seguir en términos generales al movimiento de la producción, pero reacciona también, a su vez, sobre las condiciones y la marcha de ésta, gracias a la independencia relativa a ella inherente, es decir, a la que se le ha transferido y que luego ha ido desarrollándose poco a poco. Es un juego de acciones entre dos fuerzas desiguales: de una parte, el movimiento económico, y de otra, el nuevo poder político, que aspira a la mayor independencia posible y que, una vez instaurado, goza también de movimiento propio.

El movimiento económico se impone siempre, en términos generales, pero se halla también sujeto a las repercusiones del movimiento político creado por él mismo y dotado de una relativa independencia: el movimiento del poder estatal, de una parte, y de otra el de la oposición, creada al mismo tiempo que aquél.

Y así como en el mercado de dinero, en términos generales y con las reservas apuntadas más arriba, se refleja, invertido naturalmente, el movimiento del mercado industrial, en la lucha entre el Gobierno y la oposición se refleja la lucha entre las clases que ya existían y luchaban antes, pero también de un modo invertido, ya no directa, sino indirectamente, ya no como una lucha de clases, sino como una lucha en torno a principios políticos, de un modo tan invertido, que han tenido que pasar miles de años para que pudiéramos descubrirlo.

La reacción del poder del Estado sobre el desarrollo económico puede efectuarse de tres maneras: puede proyectarse en la misma dirección, en cuyo caso éste discurre más de prisa; puede ir en contra de él, y entonces, en nuestros días, y si se trata de un pueblo grande, acaba siempre, a la larga, sucumbiendo; o puede, finalmente, cerrar al desarrollo económico ciertos derroteros y trazarle imperativamente otros, caso éste que se reduce, en última instancia, a uno de los dos anteriores. Pero es evidente que en el segundo y en el tercer caso el poder político puede causar grandes daños al desarrollo económico y originar el derroche de grandes masas de energía y material.

A estos casos hay que añadir el de la conquista y la destrucción brutal de ciertos recursos económicos, con lo que, en determinadas circunstancia, podía antes aniquilarse todo un desarrollo económico local o nacional. Hoy, este caso produce casi siempre resultados opuestos, por lo menos en los pueblos grandes: a la larga, el vencido sale, a veces, ganando --económica, política y moralmente-- más que el vencedor.

Con el Derecho, ocurre algo parecido: al plantearse la necesidad de una nueva división del trabajo que crea los juristas profesionales, se abre otro campo independiente más, que, pese a su vínculo general de dependencia de la producción y del comercio, posee una cierta reactibilidad sobre estas esferas. En un Estado moderno, el Derecho no sólo tiene que corresponder a la situación económica general, ser expresión suya, sino que tiene que ser, además, una expresión coherente en sí misma, que no se dé de puñetazos a sí misma con contradicciones internas.

Para conseguir esto, la fidelidad en el reflejo de las condiciones económicas tiene que sufrir cada vez más quebranto. Y esto tanto más raramente acontece que un Código sea la expresión ruda, sincera, descarada, de la supremacía de una clase: tal cosa iría de por sí contra el «concepto del Derecho». Ya en el Código de Napoleón aparece falseado en muchos aspectos el concepto puro y consecuente que tenía del Derecho la burguesía revolucionaria de 1792 y 1796; y en la medida en que toma cuerpo allí, tiene que someterse diariamente a las atenuaciones de todo género que le impone el creciente poder del proletariado. Lo cual no es obstáculo para que el Código de Napoleón sea el que sirve de base de todas las nuevas codificaciones emprendidas en todo el mundo.

Por donde la marcha de la «evolución jurídica» sólo estriba; en gran parte, en la tendencia a eliminar las contradicciones que se desprenden de la traducción directa de las relaciones económicas a conceptos jurídicos, queriendo crear un sistema armónico de Derecho, hasta que irrumpen nuevamente la influencia y la fuerza del desarrollo económico ulterior y rompen de nuevo este sistema y lo envuelven en nuevas contradicciones (por el momento, sólo me refiero aquí al Derecho civil).

El reflejo de las condiciones económicas en forma de principios jurídicos es también, forzosamente, un reflejo invertido: se opera sin que los sujetos agentes tengan conciencia de ello; el jurista cree manejar normas apriorísticas, sin darse cuenta de que estas normas no son más que simples reflejos económicos; todo al revés. Para mí, es evidente que esta inversión, que mientras no se la reconoce constituye lo que nosotros llamamos concepción ideológica, repercute a su vez sobre la base económica y puede, dentro de ciertos límites, modificarla. La base del derecho de herencia, presuponiendo el mismo grado de evolución de la familia, es una base económica. A pesar de eso, será difícil demostrar que en Inglaterra, por ejemplo, la libertad absoluta de testar y en Francia sus grandes restricciones, respondan en todos sus detalles a causas puramente económicas. Y ambos sistemas repercuten de modo muy considerable sobre la economía, puesto que influencian en la división de la propiedad.

Por lo que se refiere a las esferas ideológicas que flotan aún más alto en el aire: la religión, la filosofía, etc., éstas tienen un fondo prehistórico de lo que hoy llamaríamos necedades, con que la historia se encuentra y acepta. Estas diversas ideas falsas acerca de la naturaleza, el carácter del hombre mismo, los espíritus, las fuerzas mágicas, etc., se basan siempre en factores económicos de aspecto negativo; el incipiente desarrollo económico del período prehistórico tiene, por complemento, y también en parte por condición, e incluso por causa, las falsas ideas acerca de la naturaleza. Y aunque las necesidades económicas habían sido, y lo siguieron siendo cada vez más, el acicate principal del conocimiento progresivo de la naturaleza, sería, no obstante, una pedantería querer buscar a todas estas necedades primitivas una explicación económica.

La historia de las ciencias es la historia de la gradual superación de estas necedades, o bien de su sustitución por otras nuevas, aunque menos absurdas. Los hombres que se cuidan de esto pertenecen, a su vez, a órbitas especiales de la división del trabajo y creen laborar en un campo independiente. Y en cuanto forman un grupo independiente dentro de la división social del trabajo, sus producciones, sin exceptuar sus errores, influyen de rechazo sobre todo el desarrollo social, incluso el económico. Pero, a pesar de todo, también ellos se hallan bajo la influencia dominante del desarrollo económico.

En la filosofía, por ejemplo, donde más fácilmente se puede comprobar esto es en el período burgués. Hobbes fue el primer materialista moderno (en el sentido del siglo XVIII), pero absolutista, en una época en que la monarquía absoluta florecía en toda Europa y en Inglaterra empezaba a dar la batalla al pueblo. Locke era, lo mismo en religión que en política, un hijo de la concesión de clases de 1688.

Los deístas ingleses y sus más consecuentes continuadores, los materialistas franceses, eran los auténticos filósofos de la burguesía, y los franceses lo eran incluso de la revolución burguesa. En la filosofía alemana, desde Kant hasta Hegel, se impone el filisteo alemán, unas veces positiva y otras veces negativamente.

Pero, como campo circunscrito de la división del trabajo, la filosofía de cada época tiene como premisa un determinado material de ideas que le legan sus predecesores y del que arranca. Así se explica que países económicamente atrasados puedan, sin embargo, llevar la batuta en materia de filosofía: primero fue Francia, en el siglo XVIII, respecto a Inglaterra, en cuya filosofía se apoyaban los franceses; más tarde, Alemania respecto a ambos países. Pero en Francia como en Alemania, la filosofía, como el florecimiento general de la literatura durante aquel período, era también el resultado de un auge económico.

Para mí, la supremacía final del desarrollo económico, incluso sobre estos campos, es incuestionable, pero se opera dentro de las condiciones impuestas por el campo concreto: en la filosofía, por ejemplo, por la acción de influencias económicas (que a su vez, en la mayoría de los casos, sólo operan bajo su disfraz político, etc.) sobre el material filosófico existente, suministrado por los predecesores. Aquí, la economía no crea nada a novo, pero determina el modo cómo se modifica y desarrolla el material de ideas preexistente, y aun esto casi siempre de un modo indirecto, ya que son los reflejos políticos, jurídicos, morales, los que en mayor grado ejercen una influencia directa sobre la filosofía.


6.- LAS “CONDICIONES ECONÓMICAS”

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Federico Engels: de una carta a W. Borgius

Londres, 25 de enero de 1894

1. Por relaciones económicas, en las que nosotros vemos la base determinante de la historia de la sociedad, entendemos el modo cómo los hombres de una determina sociedad producen el sustento para su vida y cambian entre sí los productos (en la medida en que rige la división del trabajo).


Por tanto, toda la técnica de la producción y del transporte va incluida aquí. Esta técnica determina también, según nuestro modo de ver, el régimen de cambio, así como la distribución de los productos, y por tanto, después de la disolución de la sociedad gentilicia, la división en clases también, y por consiguiente, las relaciones de dominación y sojuzgamiento, y con ello, el Estado, la Política, el Derecho, etc. Además, entre las relaciones económicas se incluye también la base geográfica sobre la que aquéllas se desarrollan y los vestigios efectivamente legados por anteriores fases económicas de desarrollo que se han mantenido en pie, muchas veces sólo por la tradición o la vis inertiae( fuerza de la inercia), y también, naturalmente, el medio ambiente que rodea a esta forma de sociedad.


Si es cierto que la técnica, como usted dice, depende en parte considerable del estado de la ciencia, aún más depende ésta del estado y las necesidades de la técnica. El hecho de que la sociedad sienta una necesidad técnica, estimula más a la ciencia que diez universidades. Toda la hidrostática (Torricelli, etc.) surgió de la necesidad de regular el curso de los ríos de las montañas de Italia, en los siglos XVI y XVII. Acerca de la electricidad, hemos comenzado a saber algo racional desde que se descubrió la posibilidad de su aplicación técnica. Pero, por desgracia, en Alemania la gente se ha acostumbrado a escribir la historia de las ciencias como si éstas hubiesen caído del cielo.


2. Nosotros vemos en las condiciones económicas lo que condiciona en última instancia el desarrollo histórico. Pero la raza (hoy se usa el término nacionalidad) es, de suyo, un factor económico. Ahora bien; hay aquí dos puntos que no deben pasarse por alto:

a) El desarrollo político, jurídico, filosófico, religioso, literario, artístico, etc., descansa en el desarrollo económico. Pero todos ellos repercuten también los unos sobre los otros y sobre su base económica. No es que la situación económica sea la causa, lo único activo, y todo lo demás efectos puramente pasivos. Hay un juego de acciones y reacciones, sobre la base de la necesidad económica, que se impone siempre, en última instancia. El Estado, por ejemplo, actúa por medio de los aranceles protectores, el librecambio, el buen o mal régimen fiscal; y hasta la mortal agonía y la impotencia del filisteo alemán por efecto de la mísera situación económica de Alemania desde 1648 hasta 1830, y que se revelaron primero en el pietismo y luego en el sentimentalismo y en la sumisión servil a los príncipes y a la nobleza, no dejaron de surtir su efecto económico. Fue éste uno de los principales obstáculos para el renacimiento del país, que sólo pudo ser sacudido cuando las guerras revolucionarias y napoleónicas vinieron a agudizar la miseria crónica. No es, pues, como de vez en cuando, por razones de comodidad, se quiere imaginar, que la situación económica ejerza un efecto automático.


Son los mismos hombres los que hacen la historia, aunque dentro de un medio dado que los condiciona, y a base de las relaciones efectivas con que se encuentran, entre las cuales las decisivas, en última instancia, y las que nos dan el único hilo de engarce que puede servirnos para entender los acontecimientos son las económicas, por mucho que en ellas puedan influir, a su vez, las demás, las políticas e ideológicas.


b) Los hombres hacen ellos mismos su historia, pero hasta ahora no con una voluntad colectiva y con arreglo a un plan colectivo, ni siquiera dentro de una sociedad dada y circunscrita. Sus aspiraciones se entrecruzan; por eso en todas estas sociedades impera la necesidad, cuyo complemento y forma de manifestarse es la casualidad. La necesidad que aquí se impone a través de la casualidad es también, en última instancia, la económica. Y aquí es donde debemos hablar de los llamados grandes hombres. El hecho de que surja uno de éstos, precisamente éste y en un momento y un país determinados, es, naturalmente, una pura casualidad. Pero si lo suprimimos, se planteará la necesidad de remplazarlo, y aparecerá un sustituto, más o menos bueno, pero a la larga aparecerá. Que fuese Napoleón, precisamente este corso, el dictador militar que exigía la República Francesa, agotada por su propia guerra, fue una casualidad; pero que si no hubiese habido un Napoleón habría venido otro a ocupar su puesto, lo demuestra el hecho de que siempre que ha sido necesario un hombre: César, Augusto, Cromwell, etc., este hombre ha surgido. Marx descubrió la concepción materialista de la historia, pero Thierry, Mignet, Guizot y todos los historiadores ingleses hasta 1850 demuestran que ya se tendía a ello; y el descubrimiento de la misma concepción por Morgan prueba que se daban ya todas las condiciones para que se descubriese, y necesariamente tenía que ser descubierta.


Otro tanto acontece con las demás casualidades y aparentes casualidades de la historia. Y cuanto mas alejado esté de lo económico el campo concreto que investigamos y más se acerque a lo ideológico puramente abstracto, más casualidades advertiremos en su desarrollo, más zigzagueos presentará la curva. Pero si traza usted el eje medio de la curva, verá, que cuanto más largo sea el período en cuestión y más extenso el campo que se estudia, más paralelamente discurre este eje al eje del desarrollo económico.


7.- EL DESTINO HISTÓRICO DE LA DOCTRINA DE CARLOS MARX

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Lenin, 14 de Marzo 1913.


Lo fundamental en la doctrina de Marx es que destaca el papel internacional histórico del proletariado como constructor de la sociedad socialista. El curso de los acontecimientos en el mundo entero, ¿confirmó esta doctrina desde que Marx la expuso?


Marx la formuló por primera vez en 1844. El Manifiesto Comunista de Marx y Engels, publicado en 1848, ofrecía una exposición integral y sistemática de esta doctrina, exposición que hasta la fecha sigue siendo la mejor. Desde entonces la historia mundial se divide con claridad en tres grandes períodos: I) desde la revolución de 1848 hasta la Comuna de París (1871); 2) desde la Comuna de París hasta la revolución rusa (1905); 3) desde la revolución rusa.

Veamos cuál ha sido el destino de la doctrina de Marx en cada uno de estos períodos.

I

Al comienzo del primer período, la doctrina de Marx no era, ni mucho menos, la imperante. Era sólo una de las muy numerosas fracciones o tendencias del socialismo. Las formas de socialismo que dominaban eran, en el fondo, afines a nuestro populismo: incomprensión de la base materialista del movimiento histórico, incapacidad de discernir el papel y la importancia de cada clase en la sociedad capitalista, ocultamiento de la naturaleza burguesa de las reformas democráticas bajo frases diversas casi socialistas sobre el "pueblo", la "justicia", el "derecho", etc.

La revolución de 1848 asestó un golpe mortal a todas estas formas ruidosas, abigarradas y pomposas del socialismo premarxista. La revolución mostró en todos los países a las distintas clases de la sociedad en acción. La matanza de obreros por la burguesía republicana en París, en las jornadas de junio de 1848, demostró definitivamente que sólo el proletariado es socialista por naturaleza. La burguesía liberal temía cien veces más la independencia de esta clase que a cualquier reacción. El cobarde liberalismo se arrastró a sus pies. El campesinado se conformó con la abolición de los restos del feudalismo y se unió a los partidarios del orden, y sólo de vez en cuando vaciló entre la democracia obrera y el liberalismo burgués. Todas las doctrinas del socialismo que no sea de clase y de la política que no sea de clase, demostraron ser un simple absurdo.

La Comuna de París (1871) completó este desarrollo de las trasformaciones burguesas; sólo al heroísmo del proletariado debió su consolidación la república, es decir, la forma de organización estatal en que las relaciones de clase se manifiestan de un modo menos disimulado.

En todos los demás países europeos, una evolución más confusa y menos completa condujo al mismo resultado: una sociedad burguesa que había adoptado formas definidas. A fines del primer período (1848-1871), un período de tormentas y revoluciones, murió el socialismo premarxista. Nacieron los partidos proletarios independientes: la I Internacional (1864-1872) y el Partido Socialdemócrata Alemán.

II

El segundo período (1872-1904) se distinguió del primero por su carácter "pacífico", por la ausencia de revoluciones. Occidente había terminado con las revoluciones burguesas El Oriente aún no había madurado.

Occidente entró en una fase de preparación "pacífica" para una época de futuras trasformaciones. Se formaron en todas partes partidos socialistas, básicamente proletarios, que aprendieron a utilizar el parlamentarismo burgués, a crear su prensa diaria, sus instituciones culturales, sus sindicatos y cooperativas. La doctrina de Marx obtuvo una victoria total y comenzó a difundirse. Lenta pero firmemente continuó progresando la selección y concentración de las fuerzas del proletariado, y su preparación para las futuras batallas.

La dialéctica de la historia era tal, que el triunfo teórico del marxismo obligó a sus enemigos a disfrazarse de marxistas. El liberalismo, podrido por dentro, intentó renacer en forma de oportunismo socialista. Interpretaron el período de preparación de las fuerzas para las grandes batallas como una renuncia a esas batallas. El mejoramiento de la situación de los esclavos para luchar contra la esclavitud asalariada lo interpretaron en el sentido de que los esclavos vendían por unos céntimos su derecho a la libertad. Predicaban cobardemente la "paz social" (esto es, la paz con los esclavistas), la renuncia a la lucha de clases, etc. Tenían muchísimos partidarios entre los miembros socialistas del Parlamento, diversos funcionarios del movimiento obrero y la intelectualidad "simpatizante”.

III

Apenas los oportunistas se habían congratulado por la "paz social" y por que no eran necesarias las tormentas bajo la "democracia", cuando se abrió en Asia una nueva fuente de grandes tormentas mundiales. A la revolución rusa siguieron las revoluciones turca, persa y china. Hoy vivimos la época de esas tormentas y de sus "repercusiones" en Europa. Cualquiera sea la suerte reservada a la gran República China, contra la cual afilan hoy los colmillos las distintas hienas "civilizadas", no habrá en el mundo fuerza alguna que pueda restablecer en Asia la vieja servidumbre, ni barrer de la faz de la tierra la heroica democracia de las masas populares en los países asiáticos y semiasiáticos.

Algunas personas, no atentas a las condiciones de preparación y desarrollo de la lucha de las masas, fueron llevadas a la desesperación y el anarquismo por el largo aplazamiento de la lucha decisiva contra el capitalismo en Europa. Hoy vemos cuán miope y pusilánime fue esa desesperación anarquista.

No desesperación, sino ánimo debe inspirarnos el hecho de que ochocientos millones de hombres de Asia se hayan incorporado a la lucha por esos mismos ideales europeos.

Las revoluciones asiáticas nos han mostrado el mismo servilismo y bajeza del liberalismo, la misma importancia excepcional de la independencia de las masas democráticas, la misma pronunciada diferenciación entre el proletariado y la burguesía de todo tipo. Quien después de la experiencia de Europa y de Asia hable de una política que no sea de clase y de un socialismo que no sea de clase, merece simplemente que se lo meta en una jaula y se lo exhiba junto a un canguro australiano o algo por el estilo.

Después de Asia, también Europa ha comenzado a agitarse, pero no a la manera asiática. El período "pacífico" de 1872-1904 ha pasado para no volver. La carestía de la vida y la opresión de los trusts (sindicatos) provocan la agudización sin precedentes de la lucha económica, que ha puesto en movimiento inclusive a los obreros ingleses, los más corrompidos por el liberalismo. Ante nuestros ojos madura la crisis política aun en Alemania, el más "intransigente" país de los burgueses y los junkers. La furiosa carrera armamentista del imperialismo y su política hacen que la Europa actual entre en una "paz social" que se parece más bien a un barril de pólvora. Mientras tanto, la descomposición de todos los partidos burgueses y la maduración del proletariado sigue firmemente adelante.

Desde la aparición del marxismo, cada uno de los tres grandes períodos de la historia mundial le ha traído nuevas confirmaciones y nuevos triunfos. Pero al marxismo aún le espera una victoria mayor, como doctrina del proletariado, en el próximo período histórico.


8.- SOBRE LA TEORÍA DEL MARXISMO

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Lenin, extracto de artículo Nuestro Programa, 1899.

La socialdemocracia internacional atraviesa en la actualidad por un período de vacilación ideológica. Hasta ahora la doctrina de Marx y Engels era considerada como la base firme de la teoría revolucionaria; pero en nuestros días se dejan oír, por todas partes, voces sobre la insuficiencia y caducidad de estas doctrinas.

Nosotros nos basamos íntegramente en la teoría de Marx: Esta transformó por primera vez el socialismo de utopía en ciencia, echó las sólidas bases de esta ciencia y trazó el camino que había de tomar, desarrollándola y elaborándola en todos sus detalles. Esta descubrió la esencia de la economía capitalista contemporánea, explicando cómo la contratación del obrero, la compra de la fuerza de trabajo, encubre la esclavización de millones de desposeídos por un puñado de capitalistas, dueños de la tierra, de las fábricas, de las minas, etc.

Esta demostró cómo todo el desarrollo del capitalismo contemporáneo tiende a suplantar la pequeña producción por la grande y crea las condiciones que hacen posible e indispensable la estructuración socialista de la sociedad. Esta nos enseñó a ver, bajo el manto de costumbres arraigadas, de intrigas políticas, de leyes complejas y doctrinas hábilmente fraguadas, la lucha de clases, la lucha entre las clases poseedoras de todo género y las masas desposeídas, el proletariado, que está a la cabeza de todos los desposeídos. La teoría de Marx puso en claro la verdadera tarea de un partido socialista revolucionario: no inventar planes de reestructuración de la sociedad ni ocuparse de la prédica a los capitalistas y sus acólitos de la necesidad de mejorar la situación de los obreros, ni tampoco urdir conjuraciones, sino organizar la lucha de clase del proletariado y dirigir esta lucha, que tiene por objetivo final la conquista del Poder político por el proletariado y la organización de la sociedad socialista.

Y ahora preguntamos: ¿qué aportaron de nuevo a esta teoría aquellos bulliciosos "renovadores", que tanto ruido han levantado en nuestros días, agrupándose en torno al socialista alemán Bernstein? Absolutamente nada : no impulsaron ni un paso la ciencia que nos legaron, con la indicación de desarrollarla, Marx y Engels; no enseñaron al proletariado ningún nuevo método de lucha; no hicieron más que replegarse, recogiendo fragmentos de teorías atrasadas y predicando al proletariado, en lugar de la doctrina de la lucha, la de las concesiones a los enemigos más encarnizados del proletariado, a los gobiernos y partidos burgueses, que no se cansan de inventar nuevos métodos de persecución contra los socialistas. Uno de los fundadores y jefes de la socialdemocracia rusa, Plejánov, tenía completa razón al someter a una crítica implacable la última "crítica" de Bernstein, cuyas concepciones también reniegan ahora los representantes de los obreros alemanes (en el Congreso de Hannover).

Sabemos que estas palabras provocarán un montón de acusaciones, que se nos echarán encima: gritarán que queremos convertir el partido socialista en una orden de "ortodoxos", que persiguen a los "herejes" por su apostasía del "dogma", por toda opinión independiente, etc. Conocemos todas estas frases cáusticas tan en boga.

Pero ellas no contienen ni un grano de verdad, ni un ápice de sentido común. No puede haber un fuerte partido socialista sin una teoría revolucionaria que agrupe a todos los socialistas, de la que éstos extraigan todas sus convicciones y la apliquen en sus procedimientos de lucha y métodos de acción. Defender esta teoría que según su más profundo convencimiento es la verdadera, contra los ataques infundados y contra los intentos de alterarla, no significa, en modo alguno, ser enemigo de toda crítica. No consideramos, en absoluto, la teoría de Marx como algo acabado e intangible: estamos convencidos, por el contrario, de que esta teoría no ha hecho sino colocar las piedras angulares de la ciencia que los socialistas deben impulsar en todas las direcciones, si es que no quieren quedar rezagados de la vida.

Creemos que para los socialistas rusos es particularmente necesario impulsar independientemente la teoría de Marx, porque esta teoría da solamente los principios directivos generales, que se aplican en particular a Inglaterra, de un modo distinto que a Francia; a Francia, de un modo distinto que a Alemania; a Alemania, de un modo distinto que a Rusia. Por lo mismo, con mucho gusto daremos cabida en nuestro periódico a los artículos que traten de cuestiones teóricas e invitamos a todos los camaradas a tratar abiertamente los puntos en discusión…


9.- LA FILOSOFÍA DEL MARXISMO: EL MATERIALISMO DIALÉCTICO

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En 1939 Trotsky polemizó con los trotskistas de Estados Unidos Burnham y Shachtman, y al hacerlo, demuestra claramente la relación entre el pensamiento político y filosófico; dando una demostración de la filosofía marxista del materialismo dialéctico.(Énfasis añadido por el editor).




ESCEPTICISMO TEÓRICO Y ECLECTICISMO


Los camaradas Burnham y Schatman publicaron, en el número de enero de 1939 de New International un largo artículo titulado "Intelectuales en retirada".


El artículo, aun conteniendo muchas ideas correctas y observaciones políticas adecuadas, padecía un defecto fundamental. Como se trataba de polemizar con oponentes que se consideran a sí mismos -sin razones suficientes- como "teóricos", los autores no creyeron necesario tratar el problema en términos teóricos. Era absolutamente necesario explicar por qué los intelectuales "radicales" americanos aceptan el marxismo sin la dialéctica (un reloj al que le falta una aguja). La razón es sencilla. En ningún otro país se ha rechazado tanto la lucha de clases como en la tierra de las "oportunidades ilimitadas". El rechazo de las contradicciones sociales como fuerza motora del desarrollo social lleva, en el campo del pensamiento teórico, al rechazo de la dialéctica como lógica de las contradicciones. Igual que se considera posible en el terreno político que todo el mundo se convenza de que un programa "justo" es correcto a través del pensamiento inteligente e igual que se cree posible la reconstrucción social mediante medidas "racionales", en la esfera teórica se considera que la lógica aristotélica, llevada al nivel del sentido común, es suficiente para resolver todos los problemas.


El pragmatismo, mezcla de empirismo y racionalismo, es la filosofía nacional de los EE.UU. La metodología teórica de Max Eastman no es muy diferente de la metodología de templan la sociedad desde el punto Henry Ford -ambos contemplan la sociedad desde el punto de vista de un ingeniero (Eastman, platónicamente)-. Históricamente, la actual actitud de desdén hacia la dialéctica se explica simplemente porque los abuelos y bisabuelas de Eastman y compañía no necesitaron aplicar la dialéctica en la práctica para conquistar territorios y hacerse ricos. Pero los tiempos han cambiado y la filosofía pragmática, como el mismo sistema capitalista americano, ha entrado en crisis.
Los autores del artículo no muestran, porque no serían capaces ni tienen interés en ello, las conexiones internas entre la filosofía y el desarrollo material de la sociedad y explican francamente por qué.


"Los autores de este artículo -escriben sobre sí mismos- difieren profundamente en su apreciación de la teoría general del materialismo dialéctico, pues mientras uno la acepta, el otro la rechaza... No hay nada anómalo en esta situación. El pensamiento teórico siempre está relacionado, de una u otra forma, con la práctica, pero esta relación no es directa ni inmediata; y, como hemos señalado antes, los seres humanos son inconsecuentes con frecuencia. Desde el punto de vista de cada uno de nosotros, el otro padece esta inconsecuencia entre su teoría filosófica y su práctica política, lo que nos debe llevar inevitablemente a desacuerdos políticos decisivos en ocasiones concretas. Pero esto no ha sucedido hasta el presente, ni ninguno de los dos ha podido demostrar que el acuerdo o desacuerdo en el nivel más abstracto de las doctrinas del materialismo dialéctico afecte necesariamente a los asuntos políticos de hoy o de mañana -y los partidos, las luchas y los programas políticos se basan precisamente en estos asuntos concretos-. Ambos esperamos que con el tiempo estaremos cada vez más de acuerdo en las cuestiones más abstractas. De momento, lo que nos preocupa es el fascismo, la guerra y el desempleo. "


¿Qué significa este razonamiento tan asombroso? Cuando "ciertas personas" utilizan un método malo "a veces" llegan a conclusiones correctas, mientras que si otros utilizan un método adecuado "con cierta frecuencia" llegan a conclusiones incorrectas... por lo tanto, el método no tiene mayor importancia. Ya meditaremos sobre el método cuando tengamos más tiempo libre, pero no ahora que tenemos otras cosas que hacer. Imaginemos la reacción de un trabajador que se queja a su capataz de que sus herramientas son malas y recibe la siguiente respuesta.- "Con malas herramientas se puede hacer un buen trabajo, y hay mucha gente que con herramientas buenas sólo es capaz de estropear el material". Mucho me temo que este trabajador contestaría a su capataz con una frase poco académica. Un trabajador tiene que enfrentarse con materiales duros, que le ofrecen resistencia, y por eso aprecia las buenas herramientas, mientras que un intelectual pequeño-burgués -¡qué rico!- se conforma con utilizar como "herramientas" observaciones vagas y generalizaciones superficiales, porque tiene asuntos más importantes en la cabeza.


Pretender que cada miembro del partido se ocupe personalmente de la filosofía de la dialéctica es una pedantería sin sentido. Pero un trabajador que se ha hecho en la escuela de la lucha de clases tiene, gracias a su propia experiencia, una predisposición al pensamiento dialéctico. Incluso desconociendo el término, acepta rápidamente lo esencial del método y sus conclusiones. Con un pequeño-burgués pasa lo contrario. Naturalmente, hay pequeño-burgueses alineados orgánicamente con los trabajadores, que han llegado a una perspectiva proletaria gracias a una revolución interior. Pero son una minoría insignificante. El problema es diferente con la pequeña burguesía con preparación académica. Sus prejuicios han adquirido forma definitiva en la escuela. Cuanto más éxito han tenido en acumular conocimiento (útiles o no), sin la ayuda de la dialéctica, más capaces se creen de andar por la vida sin ella.
En realidad, utilizan la dialéctica sólo para pulir, afilar o verificar sus instrumentos de análisis, o para romper con el estrecho círculo de sus relaciones personales. Pero cuando tienen que enfrentarse con hechos importantes, se sienten perdidos y recaen rápidamente en sus formas de pensar pequeño-burguesas.


Apela a la inconsecuencia como justificación para un trabajo sin principios teóricos, significa que uno es muy poco fiable como marxista. La inconsecuencia no es accidental, y en política no se la debe considerar únicamente como un síntoma individual. Generalmente, la inconsecuencia cumple una función social. Hay agrupaciones sociales que no pueden ser consecuentes. Los elementos pequeño-burgueses que no han podido desembarazarse de sus viajes, tendencias pequeño-burgueses se encuentran, en un partido de trabajadores, sistemáticamente impulsados a establecer compromisos teóricos con su propia conciencia.
A la actitud del camarada Schatman hacia el método dialéctico, tal como la ha manifestado en el párrafo citado antes, no se la puede denominar más que escepticismo ecléctico. Es evidente que Schatman ha contraído esa actitud entre los intelectuales pequeño-burgueses que consideran adecuadas todas las formas de escepticismo, y no en la escuela de Marx.


Advertencia y verificación

El artículo me asombró tanto que escribí inmediatamente al camarada Schatman: "Acabo de leer el artículo que escribe junto con Burnham sobre los intelectuales. Tiene cosas excelentes. Sin embargo, la parte sobre dialéctica es el peor golpe que usted personalmente, como editor de New International, ha podido darle a la teoría marxista. El camarada Burnham dice: "no reconozco la dialéctica". Es sincero y todos hemos de reconocerlo. Pero usted dice: "yo reconozco la dialéctica, pero no importa: eso no tiene la menor importancia".

Relea lo que ha escrito. Esas frases producirán muchísima confusión entre los lectores de New International y son el mejor regalo que podíamos hacerles a los Eatsmans de todas las especies. ¡Muy bien! Pienso hablar de ello públicamente".


Escribí esta carta el 20 de enero, varios meses antes de esta discusión. Schatman no me contestó hasta el 5 de marzo, diciendo que no entendía por qué había armado tanto alboroto. El 9 de marzo, le respondí en los siguientes términos:

"No rechazo la posibilidad de colaborar con los antidialécticos, pero sí creo que es peligroso escribir juntos un artículo en el que la dialéctica juega, o debería jugar, un papel muy importante. La polémica tiene lugar en dos planos: político y teórico. Estoy de acuerdo con su postura política. Pero su argumentación teórica es insuficiente: se detiene justo en el momento en que debería empezar a ser agresiva. La tarea consiste en demostrar que sus fallos (en tanto que fallos teóricos) se derivan de su incapacidad y su falta de ganas de pensar las cosas a través de la dialéctica. Podemos cumplir esta tarea con un éxito pedagógico muy importante. Pero en vez de hacer eso, usted afirma que la dialéctica es un asunto personal y que se puede ser muy buena persona sin creer en ella".

Aliándose en "este" tema con el antidialéctico Burnham, Schatman se priva a sí mismo de la posibilidad de demostrar por qué Eastman, Hook y tantos otros empiezan por oponerse filosóficamente a la dialéctica y acaban luchando políticamente contra la revolución socialista. Sin embargo, este es el quid de la cuestión.

La discusión política actual en el partido a confirmado mis temores en medida mucho mayor de lo que esperaba, o más exactamente, temía. El escepticismo metodológico de Schatman ha dado sus tristes frutos en la discusión sobre la naturaleza del Estado soviético.

Empezó Burnham, hace algún tiempo, con la construcción, de forma puramente empírica, basándose en sus impresiones inmediatas, de un estado ni proletario ni burgués, liquidando toda la teoría marxista del estado como órgano del dominio de clase. Schatman, inesperadamente, adoptó una postura evasiva: "Debemos estudiar el asunto más profundamente, ya veremos ... ": además, Schatman está de acuerdo con Burnham en que la definición sociológica de la URSS no tiene ninguna relevancia para nuestras "tareas políticas inmediatas". Permítame el lector referirme de nuevo a lo que ambos escriben sobre la dialéctica. Burnham no la acepta, Schatman dice aceptarla.... pero el milagro de la inconsecuencia les permite llegar a conclusiones políticas comunes.

La actitud de ambos hacia la naturaleza del Estado soviético reproduce punto por punto su actitud hacia la dialéctica.

En ambos casos, Burnham lleva la voz cantante. Esto no es sorprendente, porque él posee un método -el pragmatismo-, mientras Schatman no tiene ninguno. Se limita a adaptarse a Burnham. Aunque no quiere asumir la responsabilidad del anti-marxismo de Burnham, no defiende sus concepciones de los ataques al marxismo de Burnham en el terreno de la filosofía ni en el de la sociología. En ambos casos, Burnham aparece como un pragmático y Schatman como un ecléctico. Este paralelismo de las concepciones de Burnham y Schatman en dos planos diferentes de pensamiento y sobre dos cuestiones de importancia primordial, tiene la gran ventaja de que abrirá los ojos incluso a los camaradas que no tienen ninguna experiencia en el discurso puramente teórico.

El método de pensamiento puede ser dialéctico o vulgar, consciente o inconsciente, pero existe y se da a conocer por sus resultados.


En enero pasado oíamos decir a nuestros autores: "Pero esto no ha sucedido hasta el momento, ni ninguno de nosotros ha podido demostrar que el acuerdo o desacuerdo en el nivel abstracto de la doctrina dialéctica afecte a los problemas políticos concretos de hoy o de mañana..." ¡Ya nos lo han demostrado! Apenas han pasado unos meses y hemos podido comprobar como su actitud frente a una "abstracción", como el materialismo dialéctico se manifiesta claramente en su actitud hacia el Estado soviético.
Es necesario afirmar que la diferencia entre ambas cuestiones es bastante importante, pero que es política y no teoría. En ambos casos, Burnham y Schatman se unen sobre la base del rechazo y semirrechazo de la dialéctica. Pero en el primero, su unión se dirigía contra los oponentes del partido proletario. En el segundo, se enfrentan con la fracción marxista de su propio partido. Por decirlo así, el frente de operaciones ha cambiado, pero el arma sigue siendo la misma.


Es verdad que la gente es incoherente a menudo. Sin embargo, la conciencia humana tiende hacia una cierta homogeneidad. La filosofía y la lógica deben basarse en esta homogeneidad y no en la incoherencia, es decir, en la falta de homogeneidad. Burnham no reconoce la dialéctica, pero la dialéctica le reconoce a él, se extiende sobre él. Schatman cree que la dialéctica le re conoce a él, se extiende sobre él. Schatman cree que la dialéctica no tiene importancia para las conclusiones políticas, pero podemos ver en las conclusiones políticas de Schatman los deplorables efectos de su actitud desdeñosa hacia la dialéctica. Incluiremos este ejemplo en los libros de texto del materialismo dialéctico.


El año pasado me visitó un profesor ingles de economía política, simpatizante de la IV Internacional. Durante nuestra conversación sobre las vías para llegar al socialismo, se expresó de pronto con el típico utilitarismo inglés, como hubieran podido hacerlo Keynes y otros: "Es necesario determinar una meta económica concreta, elegir los métodos más razonables para conseguirla". Le hice notar: "Veo que es usted un adversario de la dialéctica". Me contestó, sorprendido: "En efecto, no la encuentro útil en absoluto". "Sin embargo, le respondí, la dialéctica me ha permitido determinar la categoría de pensamiento filosófico a la que pertenece usted, sólo por unas cuantas observaciones que ha hecho sobre problemas económicos; sólo esto debería demostrarle que la dialéctica tiene algún valor". Aunque mi visitante no había dicho ni una palabra sobre ello, estoy seguro de que este profesor anti-dialéctico opina que la URSS no es un estado obrero, que los métodos de nuestra organización son malos, etc. Es posible determinar el tipo general de pensamiento de una persona sobre las bases de sus opiniones sobre problemas concretos y también es posible predecir aproximadamente, conociendo su tipo general de pensamiento, como abordará un individuo una cuestión práctica determinada. Este es el incomparable valor pedagógico del método dialéctico.


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